Colección 001
AGUA "ATL"
ATL
Agua en náhuatl
A la memoria de Gianfranco Reni
El agua es mito y ciencia, naturaleza y magia, creación y destrucción: encuentro esencial de los opuestos que nos componen, que articulan el mundo; un continuo devenir, flujo eterno, movimiento perpetuo entre lo figurado y lo literal, entre los dioses y la ciencia, entre la filosofía y la naturaleza. En el agua se vuelve manifiesto el carácter indisoluble de la fuerza creadora en la destrucción y la creación como fuerza destructiva.
La ciencia intenta descomponer el agua en sus partes constitutivas: dos átomos de hidrógeno, uno de oxígeno: una molécula de agua. Sin embargo, en su omnipresencia en la Tierra —tres cuartas partes de la superficie y el componente mayoritario de casi todos los organismos vivos—, el agua toca toda la psique y toda la vida, y esa simplificación química no puede contenerla; así, como el agua de un río congelado se desborda cuando llega la primavera, el líquido esencial inunda el pensamiento de los pueblos originarios de todo el mundo: de Europa a África, de Asia a América.
Junto al fuego, el aire y la tierra, Oriente y Occidente han puesto el agua en el centro de sus cosmovisiones. Sus ciclos han servido para medir el tiempo y se han creado invocaciones mágicas para llamarla y otras para controlar su poder destructivo en los cultivos y los pueblos.
Entre los habitantes originarios de México, el agua se ha divinizado con diversos nombres: Tláloc entre los mexicas, Chac entre los mayas, Cocijo entre los zapotecas y Tajín entre los totonacos, pero estos rostros en apariencia simples esconden tras de sí el carácter multifacético del agua, sus muchas manifestaciones y sus innúmeros poderes. Tláloc compartía sus acuosos reinos con su esposa Chalchiuhtlicue, la de la falda de jade, y con Huixtocicuatl, hermana mayor de los dioses pluviales. Finalmente, entre los nahuas de Chicontepec, Apanchaneh, la rectora principal del líquido dador de vida, empuñaba en su mano derecha una lanza para apretar el tejido con la que fragmentaba nubes y provocaba rayos, tejiendo así las tormentas como se hace una prenda: encuentro supremo del poder destructivo y creador, divino y omnisciente del agua en la manifestación metafórica y sacra de la vestimenta.
Así nace Cancino, en la comunión de la dualidad genésica y aniquiladora del agua el diseñador Francisco Cancino encuentra el elemento con que continuar su legado y abrir un nuevo comienzo, tomando del líquido sus propiedades mundanales y anímicas, para renacer así, sin destruirse, en el flujo continuo de sus creaciones; un flujo que encuentra su expresión principal en la sofisticada sobriedad del huipil y su decantamiento continuo entre estilos, territorios y manifestaciones.
Agua es la primera colección de Cancino, un homenaje a los elementos más importantes de México y sus culturas, una colección…